jueves, 27 de diciembre de 2012

Público, de todos.


Actualmente estamos asistiendo a lo que se ha calificado como “el desmoronamiento de la televisión pública” sobretodo centrado en el inminente despido de más de 900 trabajadores de Telemadrid que se han manifestado en contra de esta situación a la que se ha llegado debido a la “pésima gestión” de esta cadena.

Recuerdo que Telemadrid siempre ha estado sintonizada en casa. Ya desde pequeños hemos disfrutado con su programación infantil y los adultos seguían el informativo de esta cadena, alternando con Televisión Española pues ver los informativos de la cadena pública por excelencia dependía del gobierno en el poder. De esto sí que me acuerdo bien. De repente se dejaba de ver la primera de TVE e intentando buscar una explicación, cuando fui adquiriendo consciencia suficiente, percibí que la causa estaba en el color del gobierno de turno. Aunque luego cada uno va formando sus propias opiniones, es cierto que los tintes azul o rojo se notaban tanto en las informaciones como en toda la programación de la pionera de las televisiones públicas.

Creada para informar, formar y entretener, quizá el objetivo alcanzado completamente con éxito sea el tercero ya que no se puede negar que Televisión Española cuenta en estos momentos con una parrilla de lo más variada pues enlaza canales dedicados a temas concretos. Pero también es verdad que el Gobierno, sea el que sea, lo utiliza como canal de autopromoción. Hecho lamentable para los ciudadanos –que, dicho sea de paso, contribuyen a sostenerla– pues no pueden gozar de una información objetiva que las cadenas privadas no van a ofrecer.

Volviendo a Telemadrid, la situación es más grave para los periodistas, técnicos o empleados que allí trabajan. El periodista se forma para servir al pueblo, para informar de lo que la clase política lleva a cabo y cómo afecta a los espectadores, lectores u oyentes. También para denunciar los abusos que puede llevar a cabo el poder. Pero ahora esto nos parece un sueño, una utopía, pues hablar sin mordaza comienza a ser más que complicado. Es un dilema moral al que se enfrenta el periodista -que afortunadamente tiene trabajo- y al que nos enfrentamos los futuros peones de esta situación.

Si bien dicen que el futuro está fuera de España pues aquí las posibilidades de encontrar trabajo cada día son menores, también es cierto que como “defensores” de los que en principio no tenían voz –ya que ahora las redes sociales hacen mucho por todos ellos– me resulta inevitable pensar que aún se puede hacer algo por este país. También me resulta doloroso pensar que hay que dejar este reino a su suerte, que no se puede hacer nada. Es muy desesperanzador pensar esto. Hemos crecido con la televisión pública, hemos visto que las cosas se logran con esfuerzo y constancia y que los grandes cambios no llegan de la noche a la mañana. Por eso creo que, aunque ahora la situación pinta muy mal, siempre se puede hacer algo para intentar que mejore. Pero opino que el problema está en la poca solidaridad que tenemos unos con otros. Quizá la clave está en empezar desde lo más pequeño. Un ejemplo claro fue la noticia que nos llegó desde Estados Unidos y que dio la vuelta al mundo. Un policía regaló unas botas a un mendigo. Y esto fue noticia. Una esperanza para ver que el mundo se cambia con pequeños gestos. Una lección para todos, incluidos los políticos. Pero por algo habrá que empezar. 


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